La Fontana de Afrodita... (Dualidad poética)

La fuente de la juventud por Lucas Cranach el Viejo.

Nacida en mi YO natural,

pariéndome sola en el silencio,

vagina abierta y perversa sonrisa

sin más dolor que el dejar costumbres.

Súcubo e Íncubo orgásmico

penetraron mi etéreo.

Y hoy poseída me principio

en adicción a mi existencia.

Contemplo mi desnudez y me conecto perpleja,

Ante la falacia mundana de la moral incierta.

Yaciendo en los manjares venenosos de la impronta social, 

sin mayor escape que el ocultarme en mi etología secreta.

¿Cómo pude envejecer tanto siendo la otra,

esa que sepulté al gritar al viento "No me limito más".

¿Acaso no vi como moría en letargo

sin estar realmente aquí?

El rocío espérmico de mis sentires,

libera las cadenas de NO,

y voluntaria entro a un nuevo calabozo,

el mió, sumisa y dominante ante el momento escogido.

Piel de niña voluptuosa,

mirada esquiva pidiendo más,

rostro y silueta que atrapa jadeante a los vivos,

un ángel perverso que renuncia a su quietud.

Vaciada de futuro por el plasma de las vanidades,

en saco roto depositaba mis sueños,

y los lamentos se hacían hoyos

para esconderme como una alfombra debajo de sus pisadas.

En hipócrita faena pretendían socorrerme 

con un maletín de auxilio lleno de guías para ser "Dama".

Me llamaban señora para evitar renombrarme "Muerta",

enarbolando en mi casa efímera banderas de sepia reputación.

Bañada de joven en el bálsamo de los Olimpos,

bebo el zumo del obelisco tridente,

renovándome bella en el pacto sedicioso

que en espuma me convierte por el toque de Afrodita,

Ansiada por los cuerpos y deseable en las miradas

danzan mis aromas cómplices que entre poros transfiguran,

Y en la mueca del cisne hago reposar mis glúteos,

que, abriéndose en gozo, perturban la calma del meditante.

Demacrada y entre sombras de lo habitual

transitaba mi carroza hacia el abismo de Hastío

mientras le gritaba a Hades preferir el Tártaro cruel.

Tuve que asesinarme, y resurgir de nuevo pariéndome sola.

Secreción victoriana

cosecha de temores inocuos,

busque mi óbito para sentirme viva,

y desnuda en carnes despoje a mi soledad.

Y aunque hogaño lucen mis lactantes sobre la seda en ladera

y unos ojos provocados desgarran de súbito mi vestir

No soy yo quien incita dulces flujos silenciosos,

son los rocíos de mi Fontana de Afrodita

que en lascivo secreto me confirman.

El jardín de las delicias, pintura de Hieronymus Bosch -El Bosco-, 1504.

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Siempre hubo en mí, al menos, dos mujeres: 

una mujer desesperada y perpleja que siente que se está ahogando; y otra que salta a la acción, como si fuera un escenario, disimulando sus verdaderas emociones porque ellas son la debilidad, la impotencia, la desesperación y presenta al mundo sólo una sonrisa, ímpetu, curiosidad, entusiasmo, interés.

 Anaís Nin.